miércoles, 30 de noviembre de 2011

Paso a paso

- ¡Tienes que hacerme un favor! - parálisis mental.
Zaid se sobresalta. Le están hablando. Al bicho raro de la clase alguien le estaba hablando. Abrió la boca intentando responder, pero tenía tan poca práctica que no sabía que decir.
- Di, ¿me ayudarás? - la chica se había puesto de rodillas - solo este recreo, te prometo que no te molestaré más.
Sus labios no se movían y se empezaba a sentir incómodo. Nervioso. La chica seguía insistiendo y al final terminó gritándole:
- ¡Que sí, coño!
La chica no dijo nada, posiblemente por que al fin y al cabo él le estaba haciendo un favor, pero podía sentir las miradas de sorpresa de la clase y los chismorreos de sus amigas.
- Genial, ¿entonces nos vemos este recreo en la biblioteca?
No esperó una respuesta y salió corriendo por el pasillo para no llegar tarde a su siguiente clase. Zaid se quedó allí, sentado. No tenía muy claro que era lo que quería la chica que le explicase o por qué se lo había pedido a él. Tampoco le dió importancia y simplemente dejó pasar las horas como solía hacer.
La biblioteca estaba vacía cuando llegó, se sentó y puso música en su mp4 esperando a que la chica llegara. Pasados dos minutos de que tocara el timbre la biblioteca comenzó a llenarse de gente ansiosa por aprobar, pero en la marabunta de gente no vió a la chica, la chica de la cual no recordaba su nombre, que desastre. Sacó de su mochila una diadema y se echó el flequillo hacia atrás para que no le molestara el pelo. Comenzó a tararear mientras garabateaba para perder el tiempo. En ese momento alguien tapó sus ojos.
- Te pillé.
Se deshizo de las manos bruscamente con ganas de atacar a la persona que le había tocado. Pero no esperaba encontrarla a ella.
- Aquí tienes tu boli - sonrió - No te sorprendas, voy un paso por delante.

Un minuto de silencio,

por los sentimientos que he matado, por la rabia que me da el amor y porque nada sale como yo quiero. 

Como cada mañana Anat tiene que sentarse en clase con su compañero Matt. Este es el primer año que se conocen y cuando están juntos las horas pasan volando. Pero Anat guarda un pequeño secreto: está enamorada, pero enamorada de verdad, de él.
- ¿A quién quiero yo tanto que me va a dejar lo deberes de física? - dijo el chico sonriendo y poniéndose de cuclillas sobre su silla.
- No sé, dime ¿a quién quieres? - le preguntó esta.
- A ti - "No, mientes" pensó An con amargura "pero ojalá fuera así".
- ¿A sí que me quieres? ¿No será conveniencia? - le preguntó.
- Claro que no, mira - le chico dejó su libreta sobre la mesa - Te quiero, ¿ves? Ahora no hay razón por la que te lo tenga que decir.
- A pesar de que tu argumento es muy triste, toma - le entrego su libreta, nunca había podido resistirse a nada de lo que le pidiera el chico.
¡Que rabia! Ella quería decirle al chico lo que sentía por él, pero no podía. Tenía miedo. Miedo no solo del rechazo, sino miedo de que el no volviera a tratarla igual, que no se riera con ella, que no la mimara. ¿Por que tendría que existir el miedo? ¿Por qué tenía que existir esa maldita posibilidad de que él no la volviera a mirar igual? ¿Por qué no podía liberar sus sentimientos? ¿Por qué tenía que estar tan cerca de él? ¿Por qué tan lejos? ¿Por qué existía una pared que lo separaba? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Joder! ¿Por qué tenía que haberse enamorado?

martes, 29 de noviembre de 2011

Soy estúpida y es contagioso.

Dominaba la clase. Era el centro de atención. Envidiada, odiada y querida. Con carácter. Y con espíritu de liderazgo. Con Abril no existía el punto medio. O todo era verde o todo era rojo. Era capaz de mover masas para defender sus ideales. Desesperaba con sus pequeñas manías. Intentaba que cada día fuera nuevo, porque estaba cansada de la rutina. Caminaba con paso decidido por el instituto con su camiseta mojada levantando la expectación de quién se encontraba a su paso. Corrió al baño a quitarse la camiseta antes de que el frío se apoderara de su cuerpo y volvió a correr para ir a clase. Entró tarde con la mirada viperina de Lisi. Entre en la clase con la camiseta mojada en la mano y la libreta y el boli en la otra. Tomó asiento maquinando su venganza. Quizás arrojarle un bote de pintura o tinta, lo que peor resulta de limpiar. Sin embargo, otro pensamiento empezó a invadir su mente según avanzaba la clase. Aquel boli, cada vez que lo movía y según le diera la luz, tenía algo escrito o quizás dibujado. El profesor iba a marchas forzadas y no había manera de copiar y descubrir que había allí impreso. ¿Se estaría emparanoiando? Ya le dolía la muñeca y ¡maldita sea! había empezado a llover. Y cada vez más fuerte y más fuerte. Y ya tenía la cabeza llena de pajaritos y no sabía ni lo que estaba copiando. Timbre.
- Al fin - se murmuró.
Bajó su vista hacia el boli y empezó a moverlo para poder ver lo que estaba escrito. Había unas cuantas frases en inglés, pero estaban desordenadas y escritas en distintas direcciones. ¡Vaya! No podía saber que significaba, así ya no tenía gracia.
-Claro que también se lo podría preguntar... - volvió a hablarse en voz alta.
Corrió por el pasillo sonriente, aunque en realidad no sabía a donde se dirigía.

Medias mitades.

Ser mi tía ideal es simple. Quiero que sepa divertirse. Quiero que me abra sus piernas, pero que lo haga cada noche y con la luz apagada, que solo nos ilumine la luz que se cuele por la ventana. Quiero que sepa volverme loco. ¿Candidatas?



     Olvidar apagar el despertador un sábado por la mañana es mortal. Mortal y normal. Denys ya se había acostumbrado. Y ante la tentación de volver a dormirse, se levanta con el pelo enmarañado y se prepara un café bien cargado. Se asoma a la ventana para contemplar las calles nevadas. Se fija en la ventana de enfrente donde su vecina está con un hombre y ríe para sí, la conocía bien y aunque tenía cuerpo de mujer en el fondo era una niña caprichosa se aleja de la ventana antes de que le descubran y se pone a ver la tele. Como desde hace ya unos añitos los dibujos animados no le atraen para nada, la apaga y da un par de vueltas por la casa. Finalmente decide vestirse y salir.
      No le gustaba el frío. Prefería la comodidad y sensualidad de la escasez de ropa a los gorros y abrigos. Prefería arder en pasión antes que los pies fríos. Caminaba por los bordes de las aceras como si de un funambulista se tratara y caminaba sin rumbo. Ignoraba al mundo, era lo mejor. Miraba a cada chica que le atraía esperando una mirada de complicidad que no llegaba. Tenía claro que las tías lo único que querían eran supermanes, que estuvieran buenísimos aunque "la belleza no importase", que fueran malos y les regalaran flores, que se mantuvieran en la fina línea de la perfección, como un verdadero funambulista. No les valía la fina línea amarilla que separaba la carretera de la acera. Podía asumir que el no era dulce, de hecho pasaba demasiada vergüenza ajena viendo las escenas románticas de las películas así que tampoco servía para invitar al cine a una chica. "¿Dónde se han metido las chicas auténticas?" Por que el podría jugar que en la pequeña ciudad donde vivía no había de eso. Y tampoco entendía como había llegado a comerse tanto el tarro con lo de encontrar a una chica. ¿Para qué? Luego las relaciones solo dan preocupaciones. ¡Que rabia se daba así mismo! "Esto es por pasar demasiado tiempo encerrado en casa" pensó para sí. Haber si él tampoco buscaba a una chica perfecta. A él le bastaba con encontrar su media mandarina.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Juguemos a un juego, tú y yo.

Se coloca el pendiente de cada mañana. Aún desnuda se contempla, "si me retocara de allí y de allá..." Piensa antes de mandar todo a la mierda. Que le jodan al mundo, a la sociedad y a los cánones de belleza. Se viste para no llegar tarde a clase y que su profesor de literatura le riña como cada mañana. Entra en clase y se sienta, entrecruza sus piernas, esperando expectante el comentario de su profesor nada más entrar.
- Pero bueno, Friné. Que maravillosa sorpresa contar con su presencia no pensé que te atreverías a volver a aparecer - sonreía con esa sonrisa socarrona tan suya.
Contó prácticamente todos los segundos que duró aquella clase mientras se pudría sentada en su asiento. Ella lo que ansiaba era la libertad y no estar encerrada en cuatro paredes, pero claro, para conseguir la libertad primero hay que poder mantenerse a una misma.
El resto de clases comparada con la de literatura se le pasaron volando. Pero todavía tenía que soportar los comentarios de sus compañeras.
- Vaya, Friné - sonreía una rubia despampanante - pensé que ya no volverías más aquí después del numerito que montaste.
"Cierto, el numerito, lo había olvidado" pensó.
- Si, vaya escándalo armaste, monada - le gritó otro de sus compañeros.
"Vomitivo" pensó. Salió al pasillo en busca de miradas que no la recriminasen. Pero de miradas, le gustaba seguir las miradas de la gente. Y mirar a través de ellos. Paró de lleno. Al encontrarse con una mirada distinta al resto. Era un corrillo de gente, donde todos se reían, sin embargo esa mirada emitía soledad. Solo fueron unos segundos en los que sus miradas se cruzaron Le pareció sentir que el chico que estaba en medio de todo el grupo riendo y hablando con todos se sentía solo. "No hay gente así". Continuó andando.

Fairytales don't happen overnight

DAREL
Suena el despertador y su imagen desaparece. El mismo pitido de cada mañana despertándolo de sus sueños. Lo tira al suelo y se frota los ojos. Hoy se siente más sensible que otras veces. Se levanta y empieza un nuevo día. Se prepara y coloca los cascos en sus oídos. Cuando pasa junto a sus padres solo ve labios moverse, "Rock and Roll" reventaba sus tímpanos. No hay nada más, solo existe esa canción en ese momento. Pero entonces es cuando llega al instituto, ya está sonando Jet, y aparece ella.
Largo cabello castaño muy, muy oscuro, unas botas negras enormes esas que llevaba solo cuando hacia mucho frío (aunque lo que el más adoraba era su ropa de primavera). Su torpeza hasta le parecía adorable. Ella le mira. "Oh, no, por favor que no me haya visto" piensa, mientras la chica sonríe. Su corazón se debatía entre explotar y pararse completamente, solo con una maldita mirada de esa chica. Y no podía entender por qué. A ver, la chica no era nada fea, pero no era una belleza, apenas había hablado con ella y... "Mierda, está viniendo hacia aquí". El chico veía como ella movía los labios, pero se resistía a quitarse los cascos. En ese momento quería huir. "Debo verme ridículo" pensaba. Deseaba que el tiempo se detuviera o que el espacio nunca se redujera, que sucediera como en la paradoja de Zenón y ella nunca le alcanzara. Pero ella lo alcanzó. Agarró con su mano. Como si sintiera un calambre el chico apartó su brazo. Y sus cascos se cayeron sobre su cuello.
- ¿Te pasa algo?
"Que te quiero".

domingo, 27 de noviembre de 2011

Y diez

"Vale, que no cunda el pánico. Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve..." Examen físico de gimnasia. ¿Había alguna clase de tortura peor? Desde luego la respuesta de Klivia era NO. Hacer el ridículo delante de sus compañeros no era una de sus aficiones. Todo el mundo tenía la vista clavada en ella quemándole la piel, pero lo que más odiaba era el ruido que hacían sus risas, cada vez que las oía sentía ganas de estrangularlos a todos, uno por uno.
"Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve... Vamos relájate sino lo vas a hacer peor". Ya podía oír la risilla de ratón atropellado de alguna de sus compañeras y los murmullos.
La risas estallaron en cuando su culo calló sobre el suelo. Se levantó rapidamente y se sentó en uno de los extremos del banco, sola y encogida de piernas.
"Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve... tranquila, tranquila..." Las risas fueron parando poco a poco y ella volvió a su anterior calma. Sola, en un extremo del banco esperaba a que se acabara la clase. Cuando el timbre sonó estallándole los tímpanos pensó que por fin acabaría su tortura.
- Klivia, ¡estas hecha toda una atleta! - se rió uno de sus compañeros del cual ni siquiera recordaba su nombre.
Klivia se levantó y abalnzó sobre el chico golpeándolo contra el suelo.
- No me has dado tiempo para contar hasta diez.